El olfato es esencial en la cata del café, ya que los aromas revelan aspectos importantes como el origen, el proceso de tueste y la frescura del grano. Los compuestos volátiles que emanan del café, como los aceites esenciales y los ácidos, proporcionan información sobre su complejidad y perfil. A través de la percepción olfativa, se pueden identificar notas florales, frutales, especiadas o a nuez, entre otras, que ayudan a los catadores a evaluar la calidad y el carácter único de cada variedad. Un café bien equilibrado y fresco se distinguirá por su fragancia intensa y placentera, mientras que un café de baja calidad puede presentar aromas a humedad o a quemado.
Vista
La vista cumple una función importante en la cata del café, ya que permite evaluar aspectos como el color, la claridad y la consistencia de la bebida. Un buen café presenta una tonalidad uniforme, que puede variar desde tonos ámbar hasta marrones intensos, dependiendo del tipo de grano y el método de preparación. La limpieza visual —es decir, la ausencia de partículas o turbidez— también indica una correcta elaboración. Estas primeras impresiones visuales ofrecen pistas sobre el cuerpo del café y su posible perfil de sabor, sirviendo como antesala al análisis sensorial completo.
Gusto
El sentido del gusto desempeña un papel crucial en la cata de café, ya que permite identificar y analizar los sabores presentes en cada sorbo. A través del paladar se perciben atributos como la acidez, el dulzor, el amargor, la salinidad y el umami, así como la textura y el cuerpo de la bebida. Estos elementos ayudan a definir el perfil sensorial del café, su balance y complejidad, permitiendo al catador evaluar su calidad y origen con mayor precisión.